Thursday, April 16, 2009

EL TACUAZIN. CAPITULO IV. LOSING A WHOLE YEAR.

El calor no ayudaba. El cementerio estaba vacío, hileras interminables de casitas de cementos: derruidas, marchitas, quemándose bajo ese sol. El verano había llegado. No daba ganas de moverse, de abrir la boca, de fumar o de matar.

Cuando era niño, en los días de calor se levantaba cansado, con nausea, deseando un terremoto o inundación, golpe de estado o cualquier manifestación que provocara el caos, la cancelación de los colegios, un día diminuto de ocio. Hoy, a los 25, volvía a desear un terremoto o inundación, un golpe de estado o el Apocalipsis. Cualquier razón para dejar de vivir, al menos por, durante una diminuta vida. Se sentía perseguido por las fuerzas del mal, aunque supiera nadie tuviera pistas de quien era el responsable. Aun así, se sentía perseguido por su destino, durante las horas de sol, donde no hay refugio, pensando todo el día en quien merece morir, como un asesino del futuro, pensando en quien esta mejor muerto. Quien quiere el mundo muerto pero nadie esta dispuesto a asumir el terrible precio del destierro social, de la lastima colectiva, de la angustia de siempre huir y cazar.

Faltaban narcos, fugados de prisión, presidentes, operadores de justicia, mas mareros, mas diputados, empresarios y traficantes de personas. Faltaba la suciedad de esta humanidad, faltaba crear caos, faltaba destruir vidas, faltaba sembrar el terror entre los villanos, hacer creer a algunos que había un ángel que les traería tranquilidad al alma, hacer creer a otros que había un demonio suelto cobrando deudas. Todos los Poseídos, es hombre y mujeres que vivían en el miedo, que se habían olvidado de la humanidad y contra la cual solo podían atentar. Que dilema moral podía existir cuando la pregunta era cuantos tiros debía rematarles en la sien?

Faltaba un ejercito de sombras completo, faltaba que lo mataran, faltaba que se supiera su historia e identidad, que lograra inspirar a otros como él a la misma misión. Estos otros, podrían entonces desde sus propios países eliminar dictadores, asesinos, generales, comandantes, lumpen, basuras, bestial y bárbaros; responder con fuego a las amenazas de los Poseídos.

Faltaban los policías.

El día siguiente después de que huyo de la ciudad por una semana, cuando ardió el centro de rehabilitación de menores, los noticieros publicaron una nueva historia que indigno al país entero. Por supuesto nadie hizo nada. Platicaron la nota periodística en grupos herméticos, algunos se aterrorizaron, el repudio de los suspiros que no se atreven a hacerse oír. Un grupo de policías en su intento de hacer parar el automóvil de una matrimonio para pedirles mordidas había soltado un tiro. La bala entro en el carro desde atrás y surco una trayectoria hasta terminar en la cabeza de la esposa. El hombre desconcertado y asustado por la sangre de su mujer que lo cubrió en un instante corrió hasta el mas cercano hospital. Ahí le alcanzo la patrulla donde los cerdos ultrajaron el carro y todo lo que tenia adentro mientras la mujer moría en los brazos de su marido dentro de la sala de emergencias. Durante el velorio al día siguiente comenzaron las llamadas de los cerdos para extorsionarlo. Tuvo que sacar del país a su familia entera después de las amenazas de muerte anónimas. Ese día Raciel meditaba mientras buscaba la sombra entre cruces y lapidas cómo en algún otro cementerio enterraban el cuerpo de la madre, de la hija, de la esposa, de la nieta y de la abuela al mismo tiempo. El gobierno negaba el rol de la patrulla en el asesinato. En una semana mas se olvido el crimen.

Raciel no lo olvidaría.

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