Tuesday, May 19, 2009

EL TACUAZIN. CAPITULO VII. J’VEUX QU’ON BAISE SUR MA TOMBE.

Llega un punto donde el respirar cansa. Estar en la cama, extrañar a todas esas mujeres que son el futuro, y repudiar la necesidad de sobrevivir para llegar a ellas. El acto de inhalar es absurdo, el de exhalar una broma de mal gusto. Encender un cigarro, limpiar la sangre sobre la almohada, rasurarse y guardar cualquier indicio que la noche anterior fue infernal. Toda esa rutina del ilegal, del justiciero que nadie quiere conocer. Nadie quiere ver a los ojos al asesino. En particular cuando se siente mas próximo que cualquier hermano. Se parece demasiado a mi podría pensar uno.

La policía afuera esta rondando. Talvez ya lo encontró, habrá dejado alguna huella dactilar? O su huella inconfundible para que los sabuesos le persigan hasta este dolor en la cama?

Tiene abierta la pierna y ahora es una gran mancha negra. Un brazo esta casi dislocado. La espalda se siente partida en dos. No recuerda casi nada de la noche anterior, pero nuevas cicatrices cubrirán su mapa corporal como nuevos ríos y nuevas cordilleras y nuevas depresiones. Un tapizado de seis meses de operaciones donde el sistema nervioso estalla con los disparos, repitiendo los sismos con ansiedad. Duerme el resto del día.

Ya estoy mejor. Ha sido una semana desde la quema de la comisaría. En el café por la tarde la lluvia paraliza la ciudad. De nuevo ríos cubren las calles y las mujeres corren con las medias enlodadas. Leo y fumo viéndolo todo desde el segundo piso con otros lobos solitarios, aunque ninguno tiene el hedor de sangre en el hocico tan fresca como el tímido Raciel, como yo. Nunca me he sentido tan distante de todos estos lectores que creen que hay algo entre sus líneas, alguna respuesta escondida, algo encriptado que solo ellos podrán entender. Alguna certeza de que en verdad viven. Y cuando comienzo a pensar así intento detenerme. Nada nunca bueno sale de este tren. Y ocurre otra vez el pensamiento recurrente de un veterano harto. De que sirve? Por quien lucho?

La vitalidad de la guerra ha perdido casi todo su romanticismo. En las avenidas solo se ven Poseídos, mas malditos y no hay compasión. Entonces, por quien? Quien vale tanta muerte? La humanidad es un moribundo que clama por ser desconectado de este respirador artificial. Ningún mortal puede desconectarlo, soy la prueba viviente. Necesitamos un cataclismo, un trueno que parta el alma de cada hombre en dos. Un oleaje monstruoso de conciencia. Un meteoro de luz que aplaste cada sombra sin duda, sin ideal, sin discurso mesiánico. Alguien como dios, un sicario lo suficiente poderoso y omnisciente porque mis fuerzas se han debilitado, mi cuerpo ya es demasiado frágil. Anoche soñé, tenia enfrente mío un cuerpo oscuro, un Poseído que se reía de mi, y detrás de él una hilera interminable de Endemoniados que esperaban su turno, riéndose, para que los fusilara. Y mi brazo levantado se erguía entusiasta, pero al querer apretar el gatillo mi cuerpo no obedeció, no respondía a mi llamado de justicia, de frialdad, de miedo y de coraje. El sudor me cubre el rostro enmascarado, que no se den cuenta que soy incapaz de terminar siquiera con el primero, mientras ese alegre me mira, esperando paciente su turno. Y las fuerzas no vienen.

El hombre que se sienta en la mesa de alado me mira serio. Es solo de reojo pero es suficiente para que note su interés. Me pone nervioso porque la taza esta vacía y los cigarros todos exhaustos y sigo allí solo porque estos malditos pensamientos me han enclaustrado entre tanta lluvia y ahora la mano esta tiesa y si el tipo me sorprende a quemarropa no podré reaccionar a tiempo. Él sabe que estoy nervioso y que en cualquier momento me echaré a llorar porque no puedo escapar de este maldito país y he truncado mi futuro como monje budista, como pacifista, como arrepentido. Quien contratara al que hizo la limpieza social en la temporada de asesinatos 2008-2009? Un joven chacal de 21 años, que será de él?

Un viento trae un poco de agua a mi rostro y me la limpio con la camisa. De repente el hombre esta enfrente mío. Ni siquiera lo escuche cambiarse de silla. Incluso ha traído su taza de café consigo. Para tranquilizarme levanta una mano y me enseña que esta desarmado mientras llama a la mesera. Otros dos cafés por favor. Esto irá para largo, pienso yo. Si me matara no pediría dos cafés en una tarde tan linda como esta. Talvez dos tragos pero no dos cafés que te obligan a pensar en lo que decís; un café significa, aislado de su contraparte, que todo terminara antes del segundo sorbo.

Sé quien sos, la embajada tiene una foto tuya nocturna. Así te encontré. Me dice cuando se va la mesera, a lo lejos suena el vapor de expressos siendo preparados.

No me importa mucho la verdad, no he encontrado una sola persona que valide todo esto. Todos siguen pensando que están vivos. Nadie se da cuenta que asesino muertos. O al menos muertos en vida.

Déjame hablar, me dice impaciente. Su acento es muy raro, las palabras a medias quieren distorsionarse y el se esfuerza por rectificar cada silaba antes que su lengua madre las transforme. No trabajo para los gringos, de hecho no les he informado a nadie nada sobre ti. Vine hace una semana y me llamo Kemen, lo único que te puedo decir sobre mi por ahora. Creo que nadie mas sabe quien sos, pero evita el día por unas dos semanas. Me pagaron bien para que te matara y tuve mucha suerte para encontrarte, admiro tu trabajo y convicciones. Aunque sea apolítico.

Esto no es sobre política.

Bueno, lo que sea. La mitad del hemisferio te quiere muerto antes de que podas matar a los suyos. No te estas enfrentando contra solo nacionales, en este paisito están todos metidos. No te entienden muy bien pero mas o menos adivinan quienes son los que hacen falta. Se están armando y si has puesto atención ya sabrás quienes son. Rusos, gringos claro, DEA, CIA, G2, israelitas, albanos, españoles, colombianos, coreanos y algunos mexicanos. Podría intentar encubrirte por un tiempo pero te hallaran tarde o temprano. Así que solo me queda darte una mano.

Porque lo harás?

Porque me hubiera gustado que se me ocurriera esto hace quince años. Aunque incluso si así hubiese sido, talvez no hubiera tenido los cojones de hacerlo a tu edad. Así que, vale la pena. Mañana teminare mi contrato con un operativo que te agradara. Niño, te respeto. No te detengas, yo tampoco te comprendo mucho pero creo saber a donde vas con todo esto. Solo gente como yo sabe lo que es reprocharle a dios ciertas cosas imperdonables. A veces le he reprochado que yo siga vivo pero para alguien como tu servidor 35 años es mucho. Se te desgastan los huesos.

La cadera se le retuerce de dolor y lo comprende sin titubeos, reconoce sus intenciones y se da cuenta que son tan similares. Sus ojos portan la misma cicatriz que solo resplandece cuando el sol se apaga.

Los despistaras?

El tiempo que pueda, escogeré los objetivos mas obvios. Te dejare los golpes claves, con suerte en unas semanas ocurra algo grande como una rebelión o revolución. Entre la confusión podas escapar o terminar el trabajo.

Raciel piensa que para terminar esto tendría que pasar de asesino a genocida.

En todo este tiempo no ha conocido los ojos de este hombre, talvez simula teatralmente leer el periódico debajo de la taza vacía. Pero con quien mas hablaría un hitman internacional vasco en un país ajeno e insignificante para sus contratistas?

Que pasa si necesito contactar?

No podrás, pero si es muy necesario compra un libro de poesía vasca aquí. Me daré cuenta. Mate el café con un gesto de asco. Me dice, Dos fantasmas son mas difíciles de cazar que una sola alma en pena.

Sunday, May 3, 2009

EL TACUAZIN. CAPITULO VI. HOME.

Su despertar era como otro sueño. Puesto la alarma para que sonara a las 4 de la tarde, y sin embargo parecían las 6. El aire afuera era caliente y húmedo, no había lluvia y aun todo se empapaba. No desayuno, no se ducho, el impulso simple de mojarse con la nada flotando por el aire, refrescando la ciudad con su paso lento. El viento ya levanta vuelo. Oigo las sirenas, los disparos, la policía y algún niño jugando y sé que sigo en mi patria. Que no soy un exiliado, tampoco un guerrillero ni un paramilitar, un sicario ni un activista. Sigo siendo un asesino, sí, pero detrás hay un sueño del cual nunca se despierta.

Mis pasos me llevan a comprar el diario. La portada claro son los múltiples cuerpos cubiertos con sabanas y toldos plásticos, lo que haya a la mano para divertirla imaginación cada vez mas morbosa de los guatemaltecos. El informe relata algunas predicciones, comunicados públicos, la interpelación del ministro de gobernación que ya no sabe qué hacer, a punto de darse por vencido. Las hipótesis no han cambiado, no hay rastros del responsable ni se sabe su nombre, si las cosas siguen así pronto será una leyenda que cobra vida por las noches. Como el cadejo o el sombrerón. El hermetismo de las autoridades lo tranquilizan un poco. La lluvia lava la sangre y sus pasos quedos.

Por la calle hay rumores de que mercenarios israelitas ingresaron al país para cazarme. La inteligencia gringa ya sabe quien soy pero esperan a que puedan disfrazar mis atentados de musulmanes o cualquier cosa levemente oriental para rematar el caso. Alguien susurra mientras paso que un agente de contrainteligencia vasco sigue mis pasos. Vuelvo la cabeza y no hay nadie.

Comienza a llover fuerte, los taxis pasan haciendo olas en el sistema de drenajes colapsado. Las camionetas son mastodontes acuáticos que lentamente suspiran humo negro a pesar de lo gris que es el día. Mañana tengo clase de francés, debo ir a comprar víveres al super, cambiar un cheque e ir por mas balas a los barrancos de los mercados paralelos. La nostalgia es insufrible.

Un hombre bolo del otro lado de la calle tiene una cara tan triste como la mía. Le quiero sonreír desde mi lado del mundo pero el río que es la carretera nos divide. El gesto no llegaría del otro lado inalterado, lo recibiría como una amenaza, algo de que acobardarse. Siento lastima por él que nunca me vera sonreír y me doy cuenta que soy yo el que da lastima. Con las ojeras y las botas negras sucias. Talvez si le prestara abrigo del frío podríamos hablar de la salvación. Pasa un carro que me corta la figura momentáneamente, al pasar el obstáculo ya hay dos, y el de atrás golpea a mi hombre en la cabeza salvajemente. En la lluvia y sin recato, sabe que nadie se detendrá, nadie levantara una voz que siquiera se ahogue un poco mas cerca del triste poste humano que esta siendo robado y ultrajado. La vida en este mundo lo ha dejado sin fuerzas.

No quiero que me miren, que me reconozcan y de repente me encuentro cruzando la calle. Aprovechando una luz roja llego a la golpiza ya con mi pequeño sable cortando el aire y no pienso en nada cuando golpeo la cara del asaltante. El hombre en el piso no se da cuenta. El caco se recupera fríamente y me dirige una mirada escondida pero es muy tarde para él. Le hundo la nariz en la cabeza algunos centímetros y cuando esta en el suelo lo desarmo. Su brazo derecho, con brazo hábil es fuerte, abro su mano y con algún esfuerzo inconciente corto uno a uno los dedos morenos. La otra mano. La agonía lo paraliza y no puedo ver por la lluvia densa. Solo se que la carne y el hueso tampoco oponen resistencia. Ojo por ojo, mano por mano.

Cuando se levanta extasiado de dolor veo que es un chico. Me alejo corriendo, quiero despertar de este sueño mojado y corinto, gris y frío, ajeno. Por primera vez en mi vida tengo miedo de mi mismo. Tiemblo de miedo.

Tantas cosas que quedan sin hacer. Tanto sin decir.